Cuando se
plantea la pregunta: «¿Por qué ocurren los sucesos en la Naturaleza de una
manera determinada y no de otra manera?», se busca una respuesta que indique
cuál es el sentido de los sucesos. Por ejemplo, si se ponen en contacto dos
trozos de metal con distinta temperatura, se anticipa que finalmente el trozo
caliente se enfriará, y el trozo frío se calentará, finalizando en equilibrio
térmico. El proceso inverso, el calentamiento del trozo caliente y el
enfriamiento del trozo frío es muy improbable que se presente, a pesar de
conservar la energía. El universo tiende a distribuir la energía uniformemente;
es decir, a maximizar la entropía. Intuitivamente, la entropía es una magnitud
física que, mediante cálculo, permite determinar la parte de la energía por
unidad de temperatura que no puede utilizarse para producir trabajo (la
cantidad de energía que se pierde)…
La variación
de entropía nos muestra la variación del orden molecular ocurrido en una
reacción química. Si el incremento de entropía es positivo, los productos
presentan un mayor desorden molecular (mayor entropía) que los reactivos. En
cambio, cuando el incremento es negativo, los productos son más ordenados. A
mayor desorden, mayor entropía -mayor disipación (pérdida) de
energía; a mayor orden, mayor eficiencia en el uso de la energía…
En la
Física, se estima que el universo tiende a “aquietarse” o “enfriarse”, es decir
tiende a disipar toda su energía: es la denominada Muerte Térmica del Universo;
el momento de la máxima entropía. Lo que quiere decir que todo se está
degradando todo el tiempo. El proceso natural de la materia es degradarse.
El concepto
de entropía ha sido tomado por la informática, la biología, la psicología, la sociología
y otras disciplinas de la Ciencia.
Se ha
calculado que el aprovechamiento energético del cuerpo humano –tal vez uno de
los más eficientes- no supera el 45% de la energía que ingiere a través de los
alimentos. Por lo tanto, vivir es un suceso bastante entrópico. Calentar la
casa en base a leña, consume bosques … y así pueden citarse infinidad de
ejemplos en los cuales se consigue un estado más confortable que el que la
naturaleza nos brinda, pero a costo oneroso en recursos renovables y no renovables.
En un Sistema
Social, el corpus de leyes que regulan las relaciones entre individuos y entre
instituciones e individuos, se explica como el intento por disminuir la
entropía, que sería máxima si cada individuo practicase el libre albedrío. O
sea: no habría Sociedad, sino un aquelarre o una hecatombe.
La ausencia
de leyes, las leyes descontextualizadas, el delito… son elementos que aportan
al incremento de la entropía; o sea, al desorden. Siempre habrá en una sociedad
cierto grado irreductible de entropía dado que los individuos presentan
distinto grado de eficiencia en su desenvolvimiento social derivado –en parte-
por el grado de conocimiento –educación- que posean.
Una sociedad
altamente entrópica resulta onerosa en términos financieros: los recursos
económicos son subaprovechados y crece el endeudamiento. La Administración,
viene a aportar herramientas para reducir las pérdidas e incrementar la
eficiencia en el uso de los recursos –sean materiales o intelectuales-. La
cohesión social es un potente reductor de la entropía.
Siguiendo
ésta analogía en lo social, un actor político debería ser un perito en el
manejo de los sistemas sociales, procurando en todo momento que la entropía
local sea mínima. En otras palabras: un político tiene que aportar directrices
para organizar, cohesionar, concordar y construir instituciones para aportar a
la sociedad un mayor estado de bienestar.
Vivir, es de
alguna manera, una lucha contra la entropía omnipresente. A favor de la entropía
están todas aquellas prácticas que fragmentan, impiden, coartan o destruyen.
Más adelante
podríamos analizar cómo y por qué, ciertos individuos apuestan a incrementar la
entropía en una sociedad; aún a sabiendas que eso conlleva penurias para un
gran número de ciudadanos.