28 mayo, 2006

Longevidad

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Domingo 28 de mayo de 2006 Noticias Ciencia/Salud Nota En la Argentina ya son 1855 Asombrosos relatos de quienes ya cumplieron 100 años Lo que más valoran es su autonomía Cada mañana, a las 8.30, don Vidal camina hasta el bar ubicado a dos cuadras de su casa. Allí, en la avenida Corrientes y Boulogne sur Mer, los mozos lo conocen cariñosamente por “el Centenario”. Es que don Vidal cumplió un siglo en octubre pasado y todos los días acompaña con un café la lectura del diario que, desde hace dos años, las cataratas han limitado sólo a los titulares.
Vidal Cohenca, que nació en Jerusalén en 1905 y emigró a América con sus diez hermanos empujado por la pobreza, es uno de los 1855 argentinos que forman parte del grupo de los más longevos, en el que las mujeres son amplia mayoría. Según cifras del Indec, son exactamente 1508.
“Por dentro soy joven y me gusta mucho la vida –reconoce a LA NACION Paulina Marenzi de Fasce, de 101 años–, camino mal, oigo poco y veo menos que antes, pero sigo acá porque Dios siempre me amparó. Y eso que tuve muchos contratiempos cuando murió mi esposo.”
Con un humor envidiable, Paulina se acuerda de cada detalle de su vida con una precisión impecable y mantiene una precisión impecable y mantiene su autonomía. Recuerda las salidas infantiles con su mamá al cine Gaumont, en el barrio porteño de Congreso, donde nació un 24 de enero, o su casamiento en 1937 con "un hombre muy bueno con el que salíamos mucho" y del que enviudó en 1976.
"Tuve muchos candidatos después -dice risueña-, pero los echaba porque no quería saber nada." Hoy vive en un departamento y la acompaña una mujer que la ayuda con los quehaceres de la casa y las compras. "Tiene un carácter...", asegura Paulina como en confidencia. Además, la frecuentan los sobrinos de su esposo, todos profesionales ya, que casi todos los días se reúnen para tomar mate con ella.
Para defenderse de la artrosis que la afecta, una kinesióloga le hace masajes tres veces por semana en los dedos de los pies, los empeines, las rodillas y los brazos. Es que a pesar del buen apetito que aún conserva y de haber llevado una buena calidad de vida todos estos años, que incluye comer muchas frutas y verduras, pero nada de sal, varias caídas y un accidente en la calle afectaron sus articulaciones.
"Nunca en mi vida estuve enferma, pero tuve muchas caídas desgraciadas y una operación -afirma Paulina-. Tengo un clavo en el brazo, en la cadera y en la rodilla, y hace 14 años me atropelló un colectivo 59, que me rompió la cabeza y me tuvieron que internar cuatro días. Pero aparte de esto, no tuve nada... Eso sí, cada vez que ahora voy al médico, me dicen: «No es nada, son los años», y eso no me gusta."
Todos los días, después de levantarse a las 8, hace los ejercicios que le indicó la kinesióloga, desayuna y juega al chinchón con la señora que la acompaña durante la semana. "Estoy tomando la leche y ya tengo las cartas al lado", bromea. Al mediodía cocina el almuerzo para las dos y a la tarde toma mate con galletitas o algunas de las tortas o las mermeladas que prepara.
"Hago tortas de cumpleaños, pasta frolas, y este año me animé a preparar dulces de uva, durazno, tomate y ciruela, que les regalo a los vecinos, al carnicero y al verdulero porque son muy buenos conmigo", insiste Paulina con agradecimiento en la voz, que no delata la edad que tiene.
Así, tan activa, es Olga Uradnicek, que a los 102 años repite la misma rutina de ejercicios con un bastón que le enseñaron a los tres años en Eslovaquia, donde nació. "Era obligatorio en la escuela y nos decían que así se evita que se endurezcan las arterias. Tengo que cuidarme", explica.
Viuda de tres esposos, el último argentino, Olga asegura que "se ama una sola vez en la vida". Con recuerdos que a veces le llenan de lágrimas los ojos, cuenta que fue jefa del Ministerio de Correos en su país natal y que en 1976 llegó a la Argentina, después de radicarse y casarse por segunda vez en Montevideo. "Soy uruguaya, pero me siento internacional", asegura, orgullosa de hablar otros cuatro idiomas (húngaro, eslovaco, checo y alemán) y de disfrutar la lectura sobre la vida de los caudillos.
Si de dar consejos sobre cómo vivir muchos años se trata, Olga enseguida explica su receta: hacer ejercicios todos los días, no comer frituras, grasas ni sal, y dormir la siesta.
Y este descanso después del almuerzo es lo que también ayudó a Jacobo Schust, que el 12 de junio próximo cumplirá 102 años. La mayor parte del día, Jacobo se ocupa de las tareas de la casa para ayuda a Juana, su esposa, que a los 87 años no puede permanecer mucho tiempo de pie.
"Desde 1982, que dejé de trabajar, me metí en la cocina y no salí más", dice y se ríe. Pero sí sale para hacer las compras: "Si son muy pesadas, llevo el changuito", admite quien de joven hizo mucha gimnasia y tocaba el clarín en la banda de la Caballería, en Campo de Mayo, de la que se retiró a los 38 años.
¿Cómo hizo para vivir más de 100 años? "Sinceramente, no sé. Le pedí a Dios que me dejara llegar y además me comporté bien y me llevé siempre bien con mi esposa", responde.
Para Bibiana Santa Cruz, en cambio, la receta para llevar a los 101 años es haber comido de todo y no recordar los años que iba acumulando. Nacida en Santa Fe, viajó a Buenos Aires a los 14 años para trabajar. A los 18, recuerda, se casó y tuvo una hija, que le dio dos nietos. "A los cuatro bisnietos casi no los conoce y me visitan poco", dice.
Como Vidal Cohenca, que es cantante y rabino en un templo de avenida Pueyrredón al 600, Bibiana asegura que nunca cuidó su alimentación y nunca estuvo enferma. Ambos comen carne, pollo, pescado, frutas y verduras. Pero lejos de poder atribuir alguna causa a su longevidad, todos valoran la autonomía que conservan y el buen sentido del humor.
"Que le vaya bien y tenga suerte", desea Paulina antes de despedirse y agrega de inmediato: "¡Ah... la va a tener porque habló conmigo!", termina con risas francas.
Por Fabiola Czubaj De la Redacción de LA NACION
El club de los centenarios

El de las personas de cien años es el grupo etario que mayor crecimiento está experimentando. En el siglo XX, el promedio de expectativa de vida aumentó más que en dos milenios. Según las Naciones Unidas, un bebe que nace hoy puede vivir 81 años en Japón o 74 en la Argentina. En los países desarrollados, llega a los cien años un individuo cada 100.000; en la Argentina, uno cada 200.000. Para mediados de siglo, la proporción de personas mayores de 60 años se habrá triplicado y muchos miles de personas nacidas este año verán llegar el siglo XXII. Por ahora, Elizabeth "Ma Pampo" Israel es considerada el ser humano vivo de más edad: tendría 127 años.
Una receta que se intenta descifrar La ciencia conoce cada vez más los engranajes del proceso de envejecimiento En el verano boreal de 1889, a los 72 años, el neurólogo francés Charles-Edouard Brown-Séquard hizo un sorprendente anuncio en la Sociedad de Biología de su país: dijo que se sentía muy bien después de inyectarse una emulsión... ¡de testículos de perro y cobayo!
El intento, lo más parecido a un experimento "científico" para prolongar la vida -al menos, si se lo compara con las recetas de griegos y romanos, que recomendaban dormir con jóvenes vírgenes, o las de los antiguos chinos, que proponían un elixir dorado cuya preparación tardaba nueve meses y garantizaba la inmortalidad-, no fue más que el primero de una larga serie.
"Envejecemos como podemos, pero también como queremos", afirma el doctor Alejandro Mondelli, médico gerontólogo y presidente de la Sociedad Argentina para el Estudio del Envejecimiento y la Longevidad.
Los consejos para vivir más abundan. La mayoría son bastante aburridos: dormir lo suficiente, hacer actividad física, mantenerse delgado, tomar con moderación...
Sin embargo, afirman los investigadores, hasta ahora nadie demostró que ésta u otra fórmula puedan hacerlo vivir más de lo que está "programado" para vivir.
"Hay genes que se mantendrán estables y son favorables para el envejecimiento -explica Mondelli-, en tanto que otros sufrirán mutaciones que determinarán la producción de proteínas anómalas y, por lo tanto, alguna función se deteriorará, como por ejemplo la fabricación de enzimas encargadas de reparar los propios genes. Es sabido que los radicales libres [átomos muy reactivos] que se producen durante el metabolismo celular son responsables de las alteraciones en los genes y sus proteínas."
Matemática de la longevidad
Un estudio estadístico de la Universidad de Chicago difundido por The New York Times descubrió que hay algunos potenciales predictores de longevidad extrema.
Los primogénitos de familias extensas tendrían de dos a tres veces más posibilidades que los hermanos posteriores de tener una larga vida. También las personas criadas en el ambiente rural y los nacidos en octubre y noviembre. Pero a no alegrarse tan rápido: estos factores son significativos para las poblaciones, no para los individuos.
De todos los ensayos antienvejecimiento, la restricción calórica, que propone una dieta extremadamente baja en calorías, es la única que hasta ahora tiene alguna comprobación científica. Hace sesenta años, unos investigadores de la Universidad Cornell hicieron un extraordinario descubrimiento: vieron que podían extender un 33% la vida de ratas de laboratorio dándoles una ración muy baja en calorías.
Los animalitos también se mantenían más ágiles y sufrían menos enfermedades que sus congéneres normalmente alimentadas.
Aunque nunca fue probada en seres humanos, esta dieta parece activar un mecanismo protector y los científicos esperan poder "ponerlo en marcha" sin necesidad de someternos a una dieta que nos mantendría permanentemente con hambre. Otro recurso indudablemente benéfico es la actividad física. Estudios dados a conocer recientemente aseguran que quienes la practican regularmente pueden disminuir su edad biológica en hasta una década.
De acuerdo con estos preceptos, el doctor Mondelli aconseja restringir la cantidad de calorías ingeridas, realizar actividad física -que mejorará el metabolismo de la glucosa, la salud cardiovascular y la plasticidad del sistema nervioso-, mantenerse intelectual y socialmente activo.
"Estas premisas permitirán mantener sobre todo las funciones cognitivas, eje para un envejecimiento con salud -afirma-, porque el cerebro a pesar de su deterioro natural será capaz de suplantar las funciones que normalmente declinan gracias a su plasticidad."
Según el especialista, el New England Centenarian Study muestra que las personas centenarias tienen una historia personal de envejecimiento lento y que a lo largo de sus vidas han padecido pocas enfermedades como las neurodegenerativas, diabetes, arteriosclerosis y otras. También, que el 90% de ellos se encontraban funcionalmente autónomos hasta los 92 años y el 75%, hasta los 95.
"Nosotros también encontramos las siguientes características -agrega-: en general, los centenarios son delgados y poco afectos a fumar; tienen recursos suficientes para afrontar adecuadamente situaciones de estrés mejor que otros; son serenos, optimistas, cordiales y alegres."
Sea cual fuere la clave, todo indica que llegar a los cien años será cada vez menos extraordinario: si las predicciones de la Organización de las Naciones Unidas están en lo cierto, en 2050 más de dos millones de personas tendrán eso o más.
Para el investigador norteamericano Thomas Perls, vivir hasta los cien años es como ganar la lotería. "Digamos que usted necesita seis números -dijo-. Uno sería no ser obeso; otro, ser mujer; otro, no desarrollar una enfermedad cardíaca; otro, no abusar de la sal y del alcohol, otro hacer actividad física."
Antes dejábamos todos estos números librados al azar. Ahora, manteniendo un mejor estado de salud y tomando otras medidas de prevención, estamos siendo más eficaces para predeterminar estos números. Es más fácil ganar la lotería que antes."
Por Nora BärDe la Redacción de LA NACION